Arenita playita que se respete, no discute de política. Corta todo intento con frases como «En Venezuela hay mucho real. Todos los gobiernos roban y roban, y todavía queda plata para botar.«, «Todos los políticos son ladrones, eso es normal» y la consabida «Eso no va a pasar aquí, Venezuela no es (cualquier otra parte del mundo)«, son las salidas favoritas de estos seres hedonistas, superficiales y entregados a la deriva de la vida. Con su lema «Yo no me meto en política, no es lo mío», se sacuden su obligación vital y ciudadana de hacer valer sus propios derechos (siempre esperando que otros le hagan el trabajo. Un político, por ejemplo. El que sea, les da igual). Pero ¿Qué pasa cuando la política se mete con ellos, y con lo suyo?
Nuestro clan de Arenitas Playitas todavía resienten las amargas experiencias del paquete turístico en el Venetur Cheverito y la excursión a Choroní. En realidad, todavía no deciden qué fue peor: una noche en un cuarto de hotel sin aire acondicionado, atacados simultáneamente por la plaga y el insoportable olor de un baño sin agua, sobrecargado con el producto intestinal del ataque de los tequeños medio crudos de la piscina, o una noche caliente en una posada de playa atacada simultáneamente por los disparos de la Guardia Nacional y la Polícía de Aragua, y el insoportable olor de las bombas lacrimógenas mezclado con el caucho quemado. Definitivamente, van ahora por la vencida, pero a otro destino de playa. Pero ¿A cuál?
La primera propuesta, ir via Oriente, fue desechada sin más. Hasta cuando Oriente. La de agarrar Ferry recibió un rotundo y unánime ¿Que coño te fumaste? como sentencia de rechazo. Hasta que se les prendió el bombillo: Vamos a Paraguaná, y de paso hacemos compritas en el Puerto Libre. ¿Lo mejor de todo? ¡¡La caña es más barata, papá!! Y hay buuurrrdaaaa de playas.
El comienzo fue prometedor. Llegaron sin contratiempos a chequear en una posada decente, en los alrededores de Puerta de Maraven. Ubicaron cerca dos licorerías, ventas de comida y el Centro Comercial Las Virtudes. Sambil y el centro de Punto Fijo, accesibles por amplias vías y la intercomunal. Tres veces se fue la luz esa noche, pero como siempre sopla y en el sector no hay plaga, ni les importó. Total, al otro día, iban a disfrutar de la playa, decentemente.
Arenita Playita que se respete, no come en hoteles ni posadas. Menos después de los tequeños tóxicos medio crudos del Venetur Cheverito. Así que salieron de la posada y no les fue difícil conseguir la primera venta de empanadas en la Ollarvides. El gentío arremolinado les indicó que así sería, y así fue. Esperaban escuchar qué playa sería buena visitar, pero todo lo que escucharon fue lo siguiente:
– En Carirubana sacaron pañales ayer, pero los malandros formaron peo y echaron tiros y todo. ¿Vos viste pañales?
-Pañales ví ayer en la Calle Colombia, donde vendían aires acondicionados, a que los turcos.
– Voy pa que unos chinos en Caja de Agua, que parece que hoy van a sacar leche.
– En De Cárnico van a sacar Harina Pan. Me dijo mi sobrino, que trabaja allá.
Las tres mujeres del clan escucharon las palabras mágicas HARINA PAN. Dónde quedará De Cárnico, no importa, pero vamos para allá, pensaron al unísono. Nos hacemos unas arepitas de jamón, queso rallado y diablitos, y queda más platica para la curda y alquilar la banana. ¡Más fino! Porque Arenita playita que se respete, las piensa rapidito, aunque se estrelle rapidito también.
No les fue difícil dar con el enorme supermercado, luego de desayunar. Lo que comenzó siendo una carnicería en Maracaibo, creció hasta llegar a abrir un gran supermercado en Punto Fijo. Estacionar fue otra historia, porque la mitad del estacionamiento estaba ocupado por gente que hacía cola para entrar al supermercado, y la otra mitad estaba llena a medias de carros y de camionetas cargando enormes cantidades de productos.
Las tres mujeres del clan se bajaron del carro y se metieron en la cola sin pestañear. Los dos hombres se fueron a estacionar. Hora y media y tres cervezas después, se resignaron a estacionar en una calle aledaña. Cerraron el carro y desandaron la cola, para ubicar a las mujeres. Las consiguieron a solo 5 metros de donde las dejaron en principio. «Chamo, aquí deben vender de todo, por el gentío. ¿Cómo estará esa vaina allá adentro?» Se decían mientras la cola se movía despacito. Una hora después, estaban en la puerta del supermercado.
Desde la puerta podían ver hacia adentro del enorme local. No parecía haber tanta gente como la que había afuera. Ni siquiera en las cajas, que tenían un gentío, pero por lo lentas. 20 minutos después, tuvieron su primer encuentro cercano del tercer tipo con el totalitarismo del Siglo Equis Equis Palito: Al igual que en Maracaibo, De Cárnico había instalado LA CAPTAHUELLA para entrar al local. Todos pusieron sus huellas, como la gran novedad, pero el sistema se cayó invariablemente dos o tres veces. Cuando la operaria del captahuella se dio cuenta que las cinco personas no eran paraguaneras y venian juntas, pulsó un botón, con el que alertó al supervisor que posiblemente estuvieran en presencia de unos bachaqueros. El supervisor llegó para aparentemente solucionar la falla de la captahuella, mientras les hacía varias preguntas a nuestros arenitas. Que de dónde eran, dónde se hospedaban, si vinieron en carro o en avión, y cualquier cosa que diera tiempo a que llegara la Guardia del Pueblo para que se ocupara de los presuntos bachaqueros.
10 minutos después, los zombies que les seguían en la cola, empezaban a murmurar, culpando a nuestros arenitas por la tardanza. La Guardia del Pueblo arribó oportunamente para pedirle toda clase de documentos e interrogar al clan. Casi sin poder creer que se les diera trato de criminales, los Guardias y el supervisor convinieron en dejarlos pasar para que compraran el cupo de paquetes de Harina Pan, pero solo el de las tres mujeres. Cosa de la cual tomaron nota.
Ya adentro, les llamo poderosamente la atención la cantidad de maracuchos que habia. Los muy vivos se aprenden el acentico paraguanero y dan direcciones de Punto Fijo, para no pasar el mal rato que pasaron nuestros arenitas. Pero una vez adentro, dejan de disimular. Pero más que por lo bullangueros, les llamaban la atención por el asombro exagerado que manifestaban al conseguir una cantidad de productos que «qué de tiempo que no veo por casa, mirá». Se burlaron de los maracuchos que se tomaban selfies con los anaqueles de fondo. Sí son campurusos, pensaban. Viéndolos actuar así, entendieron el origen maracucho de la palabra bachaquero. Cargaban con todo lo que podían, cual bachacos.
Nuestros arenitas fueron al grano. Hicieron una cola de 45 minutos, durante la cual retiraron 6 paquetes de Harina Pan. Como los varones no estaban en la cola, compraron papel higiénico, jamón, queso, diablitos, mayonesa y chucherías. También compraron sangría y refrescos de dos litros. cumplido el reto de la Harina Pan, llegaron a la cola para pagar.
Las colas de las cajas, como en todo el país, eran largas y lentas. Finalmente llegaron y presentaron los productos. Pero al chequear, la cajera les informó que LO SENTIMOS, NO PUEDEN LLEVAR PAPEL HIGIÉNICO NI BAYONESA. Ni bien preguntaron por qué, volvió a aparecer el supervisor, quien les informó secamente que si pensaban comprar papel higiénico, por qué no lo dijeron cuando se los preguntó a la entrada. Y les mostró el papel que anotó cuando entraron. «Señor, pero es que estamos de viaje. ¿Y si nos dan ganas, con qué nos limpiamos?» -«Límpiense con tusa», respondió burlonamente el supervisor. Las risas y burlas de los maracuchos de la cola les hicieron sentir dos emociones hasta ahora desconocidas por los arenitas playitas: Sonrojo e indignación. La domesticación comunista también es interactiva.
Cinco horas pasaron desde que llegaron al De Cárnico hasta que salieron nuevamente al estacionamiento. La divorciada le picó un ojo a su hermana, mientras abría el bolso: Le mostró un paquete de servilletas que se había robado. «No nos dejaron sacar el papel, pero los jodimos igual. Primero muerta que con la totona sucia», sentenció entre risas. Las risas se acabaron cuando llegaron al carro. Un vidrio totalmente astillado presagiaba desgracia. El hueco en el tablero, la confirmó: ¡Ñuesumadre estos comechivo: Se robaron el reproductor!
Regresaron a la entrada del supermercado, donde merodeaban los efectivos de la Guardia del Pueblo, que se desentendieron de la denuncia de robo porque «yo no soy cuida carros. Nadie lo mandó a paral el carro en la calle. ¡Aquí roban mucho!» Un guardia gocho se medio condolió de ellos, y les dijo: ¿Andan de paseo? Vayan para el centro y compra un reproductor nuevo, que aquí son baratos. Y de paso se surten en los bodegones, pero no me vayan a manejar rascaos, que estos toches paraguaneros chocan duro». El Guardia que no cuida carros miró feo al gochito, mientras se seguía chorreando el uniforme con un cepillado derretido.
Adivinando llegaron al centro de Punto Fijo y estacionaron a dos cuadras de la bomba de gasolina. Esta vez dejaron al marinovio a cargo del carro. Preguntaron y les dieron varias direcciones donde comprar equipos de sonido. Solo que, en vez de electronicos, ahora venden pañales de niños, de adultos, promesas de leche en polvo, promesas de aceite, jabón, promesas de champú y, por suerte, toallas sanitarias. Nuestros arenitas se fueron domesticando en la mediocridad comunista sin darse cuenta, cuando decidieron dejar de lado caña, hielo y reproductor, para surtirse de estos productos escasos, formándose en cada cola de cada local que visitaban. Eran las siete de la noche cuando llegaron al carro. El marinovio habia transado una botella de whisky puyao que tenía en la maleta, por un reproductor para el carro, con un malaandrito. Porque arenita que se respete, resuelve como sea y nunca jamás se queda sin música.
Muertos de hambre, se fueron a comer cerca de la posada. Un apagón de una hora los dejó esperando dentro del local, pero finalmente comieron. Total, se les fue el primer día y cero playa. Mañana sí es verdad, pa la playa.
La llegada del nuevo día los sorprendió sin agua, porque se fue la luz y la bomba no llenó el tanque. Los encargados de la posada repartieron baldes de agua en cada habitación, lo suficiente para lavarse y bajar los sanitarios. Con todo el alboroto del día anterior, no compraron cerveza ni hielo. Luego de repetir el desayuno de la víspera, por bueno, se dieron a la tarea de buscar hielo y cerveza. Misión Imposible. Los apagones no permiten fabricar suficiente hielo. Los camiones no están surtiendo cerveza. Algún parroquiano piadoso les aconsejó irse a Pueblo Nuevo o Adícora, que por allá sí consiguen. Ni bien llegaron a la pasarela frente a DAKA, la amplia autopista parecía un estacionamiento: Entre unos choferes de tráfico que protestaban por el asesinato de unos colegas y por la inseguridad, y unos invasores de terrenos que trancaban la vía hacia Tacuato, tenían parado todo el tráfico. Teniendo fresca la experiencia de Choroní, nuestro clan se devolvió justo a tiempo, para evitar repetir la escena de represión del viaje a Choroní.
Pasando Los Taques, divisaron desde lo alto el mar y el pueblo de Villa Marina. La emoción de ver la playa les pintó una enorme sonrisa en la cara. Nuestro clan no lo sabía, pero ya no eran Arenitas Playitas nunca más. Ahora eran Zombies del Comunismo. Todo se consumó cuando estaban llegando a Villa Marina. En la entrada del pueblo, vieron unos camiones de MERCAL y una cola de gente a pleno sol. Instintivamente escanearon las bolsas transparentes, donde vieron pollo, leche, arroz, café y granos. Pararon el carro donde pudieron, y se metieron en la cola, a pleno sol, sin chistar, sin beber agua, con la mirada vacía y sin emoción. Al final de la tarde, cargaron la maleta con 5 bolsas de MERCAL y una insolación tremenda. Compraron pan para comerse el jamón baboso del día anterior, que aceleró su descomposición por la falta de luz y de hielo. A la mañana siguiente, salieron de regreso a casa. El hielo que compraron no pudo evitar la descomposición del pollo, que igual ya estaba verde cuando se los vendieron en Villa Marina. El lunes siguiente, las conversaciones en el trabajo y con los panas eran todas la misma. Grises y monótonas historias de conversión zombie, porque ahora Venezuela es otra. Ya no hay Arenitas Playitas haciendo TURISMO DE PLAYA. Ahora son todos GRISES ZOMBIES HACIENDO TURISMO DE SUPERMERCADOS. Y subiendo fotos y selfies de anaqueles llenos a las redes sociales.
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